2007/06/10

Mirando adelante

Conocidas las últimas noticias de la semana, alguien podría pensar que los vascos sufrimos una especie de maldición bíblica, por la que estamos condenados a permanecer con el barro hasta el cuello hasta la venida del Juicio Final. Hay razones para creer que puede haber algo de verdad en esa presunción, si tenemos en cuenta la cadena de acontecimientos: ruptura del alto el fuego permanente; reingreso de Iñaki de Juana en la cárcel; encarcelamiento de Arnaldo Otegi; detenciones en la Bigorra; quema de un autobús urbano en Barakaldo; manifestaciones de Gesto por la paz; declaraciones de todos los políticos y aspirantes a políticos... suma y sigue.

Sin embargo, habrá que volver a decir que el asunto que nos ocupa, el llamado "problema vasco" o "conflicto" o "guerra del norte", o como quiera ser denominado, es un problema esencialmente político. No se trata de que gente emparentada con el hombre de Neanderthal se haya empeñado en mantener un escenario de caos en Vasconia. Se trata de algo mucho más sencillo: la existencia de una nación, que unos llamamos Nafarroa (Osoa) y otros Euskal Herria o Euskadi, que ha sido despojada de sus derechos más elementales y que, por tanto, pretende recuperarlos. Como Escocia, Catalunya o Flandes, por poner tres ejemplos cercanos.

El día en que Madrid y París sean capaces de reconocer la existencia de un pueblo que tiene derecho a decidir sobre su futuro, todas las derivadas violentas del proceso desaparecerán como por ensalmo y a partir de ahí podremos asistir a un debate político de fondo en el que el verdadero sentido de la democracia otorgará a cada cual su cuota de poder y responsabilidad, mirando al futuro.

No podemos caer en el pesimismo de que siempre sale mal, pese a reconocer que todos los procesos negociadores emprendidos hasta ahora han embarrancado por una u otra causa. Siendo ello cierto, es evidente que habrá que intentarlo de nuevo, si cabe con más determinación.

Ha habido errores, algunos inevitables, otros achacables a la precipitación y a la falta de paciencia, -una virtud siempre revolucionaria- y a no confundir con la inacción o el inmovilismo. La izquierda abertzale tiene fuerza suficiente para volver a poner sobre la mesa la cuestión central, pero para ello deberá aprender de los errores cometidos, deberá valorar mejor las intenciones del resto de agentes implicados y, sobre todo, tendrá que calcular con precisión hasta donde puede llegar y qué es lo que los demás pueden ofrecer.

La creación de ilusiones puede estar bien para que la gente coja ánimo y mantenga la esperanza, pero si no se parte de un análisis real de la situación, olvidándose de programas máximos, jamás se avanzará hacia la meta posible, que siempre podrá ser mejorada en el futuro. Son muchos años de lucha y sacrificio para entregárselos gratis a nadie, pero también son muchos años de acumulación de fuerzas, para dilapidarlas en enfrentamientos infinitos. Ni lo uno, ni lo otro. Hay futuro, y si espabilamos, puede ser nuestro.

1 comentario:

  1. La Izquierda Abertzale tiene que superar ya de una vez y para siempre la tesis de que, mientras Madrid y París no reconozcan nuestros derechos, ETA seguirá teniendo justificación. Ni el PSOE ni el PP ni mucho menos Sarkozy van a reconocer nada por muchas bombas que ETA haga explotar. Al revés, ETA es hoy el mayor obstáculo para la IA y para Euskal Herria. El camino no es dar por terminado el alto el fuego sino renunciar definitivamente a la violencia y unir fuerzas soberanistas hasta lograr la mayoría en las urnas, democráticamente. En ese momento, a Madrid y a París no les quedará otro remedio que reconocernos como pueblo y admitir que tenemos la palabra y la decisión. Hitza eta erabakia. Mientras, lo único que hace ETA es dificultarnos el camino a los independentistas y retrasar ese momento.

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