2010/11/08

FelipeX

Rafael Vera, Felipe González y José Barrionuevo.
A pesar de no haber sido publicada en una revista couché sino en el dominical de "El País", se trata de una entrevista pornográfica en la que Felipe González Márquez, presidente del Gobierno de España desde octubre de 1982 hasta marzo de 1996, se desnuda ante algunas espinosas cuestiones relacionadas con la guerra sucia contra ETA. El titular del diario madrileño ayer domingo lo resume a la perfección: "Tuve que decidir si se volaba a la cúpula de ETA. Dije no. Y no sé si hice lo correcto". Se trata de una confesión que viene a corroborar las viejas sospechas sobre la famosa X de los GAL que nunca se pudo discernir con pruebas en la mano. Pero hay más, ya que González señala que quién dio la orden de liberar a Segundo Marey, secuestrado por el grupo antiterrorista, fue el mismo ministro del Interior español José Barrionuevo, aunque el ex presidente, en un alarde literario, pretende disfrazar el secuestro como una detención. Para terminar de adornar la tarta, González se prodiga en alabanzas sobre sus más fieles esbirros de aquella época sangrienta, en especial del general Rodríguez Galindo, al que exculpa de todos sus pecados.

Catorce años han tenido que pasar para que el personaje que dicen asentó la democracia y la transición española se atreva a desvelar una operación que le compromete con las cloacas del Estado de forma directa. Es cierto que se contesta a sí mismo explicando que no dio autorización para la operación y ni siquiera concreta el año del suceso, pero el simple reconocimiento de que existió el proyecto de colocar una bomba en la vivienda en la que se supone que iban a reunirse los miembros de la dirección de la organización calndestina ETA, confirma lo que tantos hemos sospechado durante tanto tiempo. No hace falta hilar muy fino para deducir que agentes de los servicios secretos, de las diversas fuerzas policiales, del Ministerio del Interior y de la propia fontanería de La Moncloa tuvieron que intervenir, al menos para recabar, analizar y transmitir esa operación, así como para diseñar la acción violenta que acabaría con los militantes cualificados de ETA.

Las palabras de González Márquez no hacen sino corroborar que, al amparo de la Razón de Estado, todo vale. Todo el mundo sabe que las organizaciones armadas clandestinas utilizan la violencia, pero en este caso el Estado "democrático" la utiliza de igual manera y, por tanto se pone a su misma altura. Con el agravante de que quienes propugnan la insurreción no están comprometidos por las leyes del Estado y su entramado institucional y, en cambio, el presidente del Gobierno y sus secuaces sí que lo están. Por lo tanto, y en resumen, que es mucho más grave la utilización de la violencia por parte del Estado que de una organización insurrecta al mismo.

Estamos acostumbrados al discurso del poder en el que se traza una gruesa línea roja entre los que se autodenominan demócratas y los que ellos definen como violentos. Tras la publicación de esta entrevista, desconocemos en que lado de esa imaginaria línea se encuentra el señor González, pero parece que no estaría muy lejos de la de los violentos. Ha esperado a disfrutar de la tranquilidad de sus 68 años para comenzar a hacer públicas sus miserias en su larga etapa de La Moncloa. A mí personalmente me encantaría que nos las siguiese contando, aunque fuera a cuentagotas. 

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