2011/07/26

Si ya lo decía yo

Estamos asistiendo a la lectura y contemplación de múltiples análisis sobre el suceso criminal ocurrido en Noruega la pasada semana. Ahora muchos expertos nos dicen que ellos ya temían que ocurriese algo parecido: Si ya lo decía yo. Mienten.

La matanza de la isla de Utoya y el atentado con explosivos contra edificios gubernamentales en Oslo eran imprevisibles, por mucho que digan ahora que los servicios secretos habían puesto su lupa sobre el presunto autor de la doble masacre. Que un individuo realice semejante plan criminal, por los motivos que fueran, entra dentro de lo impredecible, más si tenemos en cuenta la falta de antecedentes en Noruega.

Ni conozco Noruega, ni puedo penetrar en la mente del tal Anders Behring Breivik, por lo tanto me niego a exponer un montón de sandeces o aseveraciones respecto a la diferencia entre un loco y un psicópata. O la supuesta dintinción entre un masón y un ultraderechista.

Tan sólo se me ocurren unos pocos apuntes. En primer lugar, si uno ha leído la obra de Henning Mankell referida a la vecina Suecia, no le puede sorprender lo ocurrido. Lo que sí sorprende es su magnitud y la concatenación de atentado y tiroteo. Si en vez de 76 víctimas hubiesen sido media docena, el guión hubiese estado ya escrito: Pisando los talones.

Otro apunte que no debe dejarse de lado es la relación ideológica entre el presunto criminal y los partidos populistas de derecha que están proliferando en Europa. Su rechazo a la inmigración, especialmente a la de procedencia musulmana, es un caldo de cultivo para que en ciertas mentes, tal vez averiadas de antemano, prendan comportamientos como el de Breivik. Con esto no quiero decir que haya una relación causa-efecto. Sujetos como el protagonista de los crímenes pueden surgir en sociedades donde no existan partidos xenófobos, y más cuando todo está en internet y se propaga a gran velocidad.

Resulta también curioso que el autor no se haya centrado en atacar a comunidades de inmigrantes o a grupos musulmanes, a los que tanto dice odiar, y sí lo haga contra el gobierno socialista y sus juventudes, lo que confiere a sus ataques un claro componente de extrema derecha, muy cercano al guerracivilismo que hemos conocido en tiempos pasados en la península ibérica.

Así mismo apuntar que el mayor error que podría cometer el gobierno y el parlamento noruego es cambiar su política de seguridad, equiparándola a estados policíacos como el que padecemos aquí. Sería el mayor triunfo para Breivik y sus "células colaboradoras". Se podrán criticar muchos aspectos de la actuación policial, pero el efecto sorpresa es muy difícil de prever, como se vio anteriormente en el 11-S o en el 11-M. Que la policía siga patrullando sin armas es una conquista de la democracia noruega, a la que no se debería renunciar.

Por último decir que yo no me creo que una sola persona sea capaz de realizar semejante masacre sin ningún tipo de ayuda. En todo caso, la investigación policial aclarará este punto en el futuro. Habrá, pues, que esperar.

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