2012/09/10

Elecciones y electoralismo

Resulta sorprendente que en vísperas de una jornada de huelga general, los medios de comunicación de la CAPV tan solo pongan en sus principales escaparates los asuntos relacionados con las próximas elecciones autonómicas. Unos comicios que, aunque importantes, no van a ser decisivos para la historia de este país. Hemos pasado por muchas situaciones semejantes y, a día de hoy, ninguna de las elecciones anteriores ha resultado histórica, en el verdadero sentido que guarda la palabra.

Ahora bien, que no vayan a cambiar la historia no significa que las elecciones sean un mero trámite a cumplir. Existen asuntos a dilucidar en las urnas, sobre todo tras la decisión de la organización clandestina ETA de cesar en su actividad armada y de la reciente legalización del partido independentista Sortu.

Se va a configurar, en base al resultado de los comicios, un nuevo mapa electoral, más acorde con la realidad sociopolítica de la CAPV, si dejamos a un lado el escabroso tema de la abstención, al que nadie quiere hincarle el diente. Esto es, a partir de la noche del 21 de octubre, sabremos a ciencia cierta cual es la fuerza en votos de las cuatro principales expresiones políticas existentes: PNV, PSOE, PP y EH Bildu. Luego vendrán los pactos postelectorales, del alcance que sean, y la conformación de un gobierno autonómico. En su día hablaremos de todo ello.

Sin embargo, ahora es el momento de contextualizar en su justo término la importancia de los comicios. Se trata en primer lugar de unos comicios autonómicos, nacidos de la fórmula constitucional del café para todos surgida a la muerte del dictador Franco. Una fórmula hoy por hoy agotada y que deberá ser reformada o reeemplazada a medio plazo, para dar paso a una reformulación federal, confederal o a la independencia de las naciones ahora encarceladas en el Estado español.

Además de esto, son unos comicios que no abarcan a la totalidad del territorio vasco. No habrá elecciones en Nafarroa Garaia, ni en los territorios de Iparralde, pero tampoco podrán votar los ciudadanos de Villaverde de Trucíos, bajo administración cántabra, ni los de Treviño, bajo administración burgalesa.

Tratándose pues de unos comicios de alcance limitado en lo nacional y en lo institucional, no sería muy conveniente dar rienda suelta al electoralismo. Y cuando uso esa palabra no me refiero a las promesas de los políticos en campaña, casi siempre incumplidas posteriormente, sino a la creación de expectativas electorales desmesuradas. Si así lo hacemos, la resaca puede ser incómoda.

Es evidente que de acuerdo con el nuevo escenario que se va configurando, a trancas y barrancas, la izquierda independentista debe estar presente en la campaña, en buena lid con las demás ofertas electorales. Pero sería reconfortante que los mensajes lanzados se circunscribieran a los asuntos importantes que preocupan a la mayoría social de este país: la socioeconomía y la soberanía. Asuntos que, siendo diferentes, están íntimamente ligados cuando se trata de ofrecer salidas progresistas y serias a la crisis económica en la que nos han metido los gestores del capitalismo de la burbuja, la especulación y el pelotazo.

Es tiempo de dejar de lado discusiones interpartidistas, diálogos de besugos y demás entretenimientos de campaña para solaz de periodistas y analistas varios y de ofrecer, en cambio, propuestas de calado que lleguen a la ciudadanía con la frescura que debe representar la nueva coalición de la izquierda soberanista. Propuestas que enraícen con la mejor tradición de la izquierda europea, defensora de lo público ante lo privado, partidaria de una planificación económica compatible con la iniciativa empresarial y defensora de las conquistas sociales que se han logrado a lo largo del pasado siglo gracias a la lucha sin cuartel de la clase trabajadora y sus organizaciones sindicales más consecuentes.

Antes de todo ello, por supuesto, la primera tarea a realizar por los hombres y mujeres que conforman esa nueva izquierda soberanista sería poner toda la carne en el asador para que la huelga general del 26 de septiembre sea un éxito, en el sentido de que se concrete en un elemento de contención de la deriva de recortes sociales y económicos que protagonizan las administraciones central y autonómica, menoscabando los derechos de la mayoría social y trabajadora vasca.

Estekak:

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