2012/12/21

Hacer leña del árbol caído

Iñigo Urkullu y Artur Mas
Concluye 2012 con la sensación generalizada de que el Estado español atraviesa una de sus mayores crisis en décadas. Una crisis cuya gravedad responde a la aparición de forma simultánea de diversos problemas de calado, de asuntos de compleja resolución, tanto en materia socioeconómica como política.

El escenario general está presidido por la crisis económica, que supera ya los cuatro años y a la que no se ve una salida inminente. Al contrario, todo parece indicar que 2013 va a ser un año amortizado de antemano, inexistente a efectos de recuperación. Los pronósticos hablan de que tal vez en 2014 se empiece a ver algo de luz al final del túnel, pero sin alharacas.

En ese contexto general repleto de ramificaciones se incrusta la crisis de Estado subyacente. Y hablo de ramificaciones porque el shock traumático originado por la primigenia crisis financiera, se ha ido extendiendo como la peste hasta afectar a prácticamente todos los sectores económicos. Pero no solo eso, sino que ha puesto en cuestión el sistema de pensiones, la sanidad pública, la educación, la atención a las personas dependientes, etcétera. Otra ramificación se ha concretado en la epidemia de desahucios derivada del aumento exponencial del desempleo. Y con ella el incremento del malestar social y de las protestas.

Pero la crisis ha puesto también en entredicho, vía financiación, el modelo constitucional denominado como estado de las autonomías. Quienes lo han estado defendiendo objetan ahora que el café para todos se ha convertido en recortes para casi todos. La multiplicación por 17 de las estructuras estatales se ve hoy como un despilfarro, aunque el miedo a pasar a un modelo federal o confederal paraliza cualquier atisbo de movimiento en este terreno. La Constitución, dicen muchos, no se toca.

Otro ingrediente del clima general en el Estado es el estallido permanente de casos de corrupción política y empresarial, en el que se ha visto afectada la propia Casa Real de los borbones. Un clima de corrupción generalizado que el Estado se ve impedido para atajar. No hay mejor señal para describir la situación que el hasta hace poco presidente de la CEOE se encuentre encarcelado en Soto del Real.

Otra importante derivada de la crisis general es la que afecta a la relación entre el Estado y el Principat de Catalunya. Una relación prácticamente rota a partir de la gigantesca manifestación llevada a cabo en Barcelona el pasado 11 de septiembre. Los antiguos socios de Madrid, ahora liderados por Artur Mas, insisten en proseguir en la senda soberanista de la mano de Esquerra y con la colaboración implícita de ICV y CUP y la abstención proactiva del PSC.

El desarrollo acelerado del proceso catalán ha hecho saltar las alarmas en el seno del aparato del Estado, que centrado en las última décadas en el desafío vasco, se ha visto sorprendido por el cambio de paradigma vivido por CiU, que ha pasado de aliado a enemigo en pocas semanas.

En este panorama general de manifiesta crisis de Estado deben inscribirse las estrategias que se están llevando a cabo en Euskal Herria. El cese de la actividad armada por parte de ETA ha propiciado un nuevo clima político, aún incipiente, que permite pactos presupuestarios entre Bildu y PSE, hace muy poco impensables.

Pero también ha propiciado que el asunto vasco desaparezca del ranking de preocupaciones principales en el Estado, bien sea en forma de terrorismo o de secesionismo. Para bien o para mal, Euskal Herria ha dejado de protagonizar telediarios y primeras de diarios y ha pasado a un tercer plano. El propio desarrollo de las últimas elecciones y la proclamación de Iñigo Urkullu como lehendakari han recibido un trato de normalidad, parejo al de cualquier otro asunto de puro trámite informativo.

La táctica amable de la izquierda soberanista, insistiendo en el diálogo y el acuerdo y dejando a un lado cualquier motivo de crispación, ha contribuido a la configuración de un escenario más normalizado, a veces demasiado normalizado si tenemos en cuenta que buena parte de los contenidos de la Conferencia de Aiete siguen sin ser implementados por culpa de la cerrazón de Madrid.La solución al asunto presos sigue enquistada.

La paradoja con la que nos encontramos en este final de 2012 reside en que tras más de cuarenta años ocupando titulares, el tema vasco ya no vende como antes. Ha desaparecido de las primeras páginas. Una constatación en parte positiva, porque significa que hay menos tensión, pero a la vez negativa, porque el traslado a las páginas pares de las informaciones correspondientes a Euskal Herria nos elimina de la agenda principal.

La llegada de Iñigo Urkullu, con su proverbial gesto tranquilo, va a contribuir enormemente a profundizar el diagnóstico, ayudado por las distintas estrategias de la oposición, ninguna de ellas sobreactuada. La pregunta que cabe hacerse ante este panorama de perfil bajo es si no sería este el momento de aprovechar la grave crisis general que atraviesa el Estado español, para hacer leña del árbol caído y avanzar en el proceso soberanista. Lo que vaya ocurriendo en Catalunya va a marcar en buena medida el camino, especialmente al PNV, pero puede que dentro de unos años nos tengamos que arrepentir de no secundar el desafío soberanista catalán con un planteamiento complementario desde aquí.

2012/12/17

Dios salve al lehendakari

Urkullu jura su cargo en Gernika. www.noticiasdealava.com
Iñigo Urkullu Rentería, encartado de Irauregi-Alonsotegi, es el nuevo lehendakari de la CAPV, la entidad administrativa que, según Joseba Egibar, reúne a tres de cada cuatro ciudadanos vascos. Es curioso que los tres últimos inquilinos de Ajuria Enea hayan nacido en municipios relativamente cercanos. Entre Laudio, Portugalete y Alonsotegi no hay grandes distancias, porque las tres localidades pertenecen a la zona de influencia de Bilbao, la auténtica capital vasca.

Dejado ese pequeño apunte geográfico, habrá que señalar que la tarea a la que se enfrenta es muy complicada. Lo mejor será, como cantaban hace ya treinta años los inolvidables Derribos Arias, que Dios salve al lehendakari, porque falta le va a hacer. Tres son las cuestiones centrales que pretende atacar Urkullu: la crisis económica, la normalización política y el nuevo estatus para la CAPV.

Tiempo habrá para profundizar en las tres vertientes. Ahora lo que urge es plantear soluciones alternativas frente a ellas. Por el momento, no las conocemos. Más allá de alguna reducción de la Administración autonómica (debería comenzar por la Ertzaintza) y del latiguillo de que no hará experimentos en Economía, poco nos ha adelantado el nuevo lehendakari. Bueno, algo si. Que los temas importantes se deben tratar en el Parlamento y no en foros ajenos o que lo del nuevo estatus lo fecha para 2015.

Uno quiere abordar la crítica al nuevo lehendakari y su Gobierno con talante conciliador, más que nada por tratarse de un encartado. Pero la verdad es que pocos asideros nos está dejando para formular propuestas en positivo. En primer lugar, es cierto que el PNV fue el partido más votado, pero quedó muy lejos de la mayoría absoluta. Las opciones para alcanzar acuerdos, la palabra más repetida por Urkullu en sus intevenciones, se reducen al PSE-EE y EH-Bildu, en el sentido de que con esos grupos lograría una cómoda posición en la cámara. La tercera opción es un acuerdo con el PP que implique a Rajoy en ciertos temas de calado. No parece muy probable.

Por otro lado, las declaraciones de Egibar y Ortuzar, previsible nuevo hombre fuerte del partido, en relación a EH Bildu no ofrecen muchas opciones al pacto. Las intervenciones de Laura Mintegi y Julen Arzuaga, tampoco.

Al final, como casi siempre, queda la opción del PSE. Una opción difícil, tras el reciente paso (desastroso) de Patxi López y su equipo por el Gobierno. En todo caso, a priori se antoja como la más factible.

Urkullu, rememorando a Bartleby el escribiente, el entrañable personaje de Melville, entonaría al ser preguntado sobre la oprtunidad de ese pacto con el PSE: Preferiría no hacerlo. Estamos de acuerdo en que lo preferiría, pero con 27 escaños, a once de la mayoría, algo tendrá que hacer el político encartado para poner en marcha sus proyectos, si es que los tiene.

2012/12/11

Santiago Cervera, ¿un nuevo caso Otano?

Nada más conocer las primeras informaciones sobre el asunto Cervera-Asiáin-CAN me vino a la memoria, ignoro el motivo, el llamado caso Otano. Sí, aquel en el que Javier Otano, a la sazón presidente de la Diputación de Nafarroa, hubo de dimitir tras una primera del Diario de Navarra que lo conectaba con ciertas cuentas bancarias en Suiza. Todo aquello ocurrió en 1996, pero parece que fue ayer.

¿Cuáles son las conexiones? Probablemente ninguna. Pero sí que hay algún paralelismo. El dinero está detrás de ambos asuntos. Los dos casos han sido destapados por el mismo periódico y tanto Otano como Cervera han sido enemigos de los intereses políticos de UPN, el partido que dirían en Palermo.

Hecho este apunte, nos centramos en Santiago Cervera. Un político atípico, ex consejero de Sanidad, en la actualidad integrado en el mundo político madrileño, donde no parece haber ganado muchos amigos en el tiempo que lleva. Pero el asunto que ha terminado con su carrera política radica en Nafarroa, concretamente en Caja Navarra, la entidad de ahorro hoy desaparecida, diluida en Caixabank.

Cervera ha sido muy crítico con la gestión llevada a cabo en la entidad por parte de su presidente, Miguel Sanz, la presidenta de la Comisión de Control, Yolanda Barcina, y el consejero delegado Enrique Goñi. Un amplio artículo publicado en Noticias de Navarra el pasado mes de abril así lo atestigua. En resumen, el político del Partido Popular, clave en el divorcio entre el partido de Rajoy y UPN, se ha enfrentado con los poderes fácticos navarros, lo mismo que hizo Otano al encabezar un Gobierno tripartito junto a CDN y EA, que pretendía, entre otras cuestiones, oficializar las relaciones con la CAPV.

Los hechos denunciados por José Antonio Asiáin o la defensa que ha hecho Cervera de su actuación ahí están, en todos los medios de comunicación. Cada uno puede tener su opinión al respecto y será el juez natural quien los juzge, tras la dimisión de Cervera como diputado a Cortes y perder su aforamiento. Estarán conmigo en que la película de todo ello resulta esperpéntica, sobre todo la escena protagonizada por Cervera, pertrechado de gorro y bufanda, en busca del sobre oscuro de la muralla que le ha llevado a la perdición política.

Aquí me limitaré a apuntar situaciones, como la necesidad de apoyos de Barcina para mantenerse al frente de su Gobierno o convocar elecciones. Unas elecciones en las que, tal vez, desearía ir junto al PP, opción a la que Cervera se opondría. Por otra parte, el señor Otano indicó en su defensa que si tenía firma en la cuenta suiza era por indicación de su superior, Gabriel Urralburu, un político envuelto en la corrupción. Casualmente, el vicepresidente de Urralburu, antes de caer aquel Gobierno del PSOE, era un tal José Antonio Asiáin, actual presidente de Caja Navarra y denunciante de un intento de chantaje que ha acabado con Santiago Cervera corrido y dimitido. Un chantaje del que, por cierto, se desconoce el material utilizado para cometerlo, otra incongruencia. Otro sí, Asiáin se erige en este momento como el artífice de un nuevo entendimiento entre UPN y PSOE, mientras surgen dudas sobre su honradez al compatibilizar su labor de consejero, desde 2004, en la CAN, y los trabajos de su bufete de abogados, en el que trabaja su hijo Diego, para esa misma entidad financiera.

Es probable que Santiago Cervera haya actuado mal, como Javier Otano obró mal con respecto a las cuentas en Suiza. Pero por encima de esos pecados personales, en sí mismos reprobables, se halla el Poder, así con mayúsculas, capaz de hacer caer a sus peones cuando le crean dificultades añadidas y no previstas. Roma no paga traidores. 


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2012/12/04

Seis de diciembre: Nada que celebrar

El observador atento que haya ojeado periódicos, webs y blogs durante estos días, vísperas del aniversario de la Constitución española, habrá acumulado unos cuantos motivos más para desconectarse definitivamente de la metrópoli. La nueva ofensiva evangelizadora del ministro Wert, la detención del ex presidente de la CEOE, convertido en un vulgar delincuente, el acto de homenaje a Franco, en el 120 aniversario de su nacimiento, las proclamas de la autodenominada asociación patriótica DENAES o los sucesivos manifiestos y declaraciones de políticos, intelectuales y militares contra la independencia de Catalunya, serían motivos suficientes para darse de baja.

A todo ello se añade la propia circunstancia del marco constitucional, que cada 6 de diciembre nos recuerda la imposibilidad de construir ningún proyecto común en libertad entre las diversas naciones que conviven bajo el Estado español. En vez de utilizar la seducción democrática, aproximándose a quienes se sienten incómodos en España, los autodenominados constitucionalistas se dedican a zaherir una y otra vez a quienes no se sienten españoles, últimamente con mayor dedicación al caso catalán.

Se manifiesta de ese modo la gran contradicción del nacionalismo español, que mientras afirma día y noche que Catalunya y Euskal Herria son parte inseparable del solar patrio, proclaman al mismo tiempo su desprecio a lo que estas naciones representan, a su cultura o a su lengua.

Estoy convencido de que si lo que figuradamente llamamos Madrid, y que podría haberse llamado Toledo o Valladolid pero nunca Bilbao o Barcelona, hubiese obrado con un poco de inteligencia, intentando entender las distintas sensibilidades nacionales de la península, hoy en día el independentismo sería una opción muy minoritaria en Euskal Herria y en los Països Catalans.

Si algo ha exacerbado la fiebre independentista en estos últimos años ha sido la falta de comprensión manifestada por los dirigentes de PSOE y PP. Tan sólo han sido capaces de pactar o mercadear con vascos o catalanes cuando carecían de la mayoría absoluta en su Parlamento. E incluso en esos casos, han negociado siempre con desgana, para acabar por incumplir, en la mayoría de ocasiones, lo pactado.

Este seis de diciembre, 34 años después, vuelve a mostrarnos la verdadera faz de un Estado incapaz de reiventarse. Un Estado en apuros y sin ideas, en el que algunos políticos quieren levantar la descolorida bandera del federalismo, en el que nunca han creído, mientras los más enarbolan la del centralismo, abominando incluso de lo que hasta ahora se ha conocido como estado de las autonomías, ese batiburrillo que se inventaron sobre la marcha para seguir agarrando del cuello las ansias de libertad de catalanes, gallegos y vascos.