2013/10/23

Más allá del castigo

La reciente resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre el recurso de la Abogacía del Reino de España contra la sentencia del mismo tribunal, que anulaba la aplicación de la llamada "Doctrina Parot" a la presa navarra Inés del Río Prada, va a traer múltiples consecuencias. La primera es que la presa haya salido a las 24 horas de la prisión, donde llevaba recluida ilegalmente más de cinco años, pero no será la única. Otras decenas de presos de la organización clandestina ETA deberán ser puestos en libertad en el próximo futuro.

Habrá repercusiones políticas indudables en Euskal Herria, ya las está habiendo, y repercusiones mediáticas inconcebibles en el Estado español, en especial en la prensa de Madrid. Obcecados en su ardoroso fanatismo, los directores de los periódicos de la derecha compiten en delimitar quien es más intransigente de todos, quien de ellos es menos permeable al cultivo de los valores democráticos, al menos en las formas, que rigen en Europa.



Sin embargo, más allá de las repercusiones inmediatas de la resolución, me gustaría dejar aquí algún apunte sobre la capacidad que tienen este tipo de hechos para desnudar el alma humana. Es en estos momentos cuando sale a la luz lo mejor y lo peor de nuestra especie.

Es evidente que detrás de la reacción del Gobierno español al dictamen de Estrasburgo se esconde el deseo no verbalizado de que los militantes presos de ETA se pudran en las cárceles, que no salgan nunca, porque su salida, aún satisfecha la condena impuesta, crea alarma social entre el colectivo de víctimas y allegados. Llegan a decir en algún medio que Inés del Río sale de prisión con las manos manchadas de sangre. No es verdad. La presa de Tafalla ha cumplido con creces la pena impuesta por el ordenamiento jurídico vigente cuando fue juzgada, y por tanto sale de la cárcel con las manos limpias.

Los portavoces gubernamentales se hartan de decir que lo más importante es funcionar bajo el imperio de la ley. Sin embargo realizan las maniobras que hagan falta para intentar sortear esa misma ley. Un ejemplo de libro es la construcción ideológica de la "Doctrina Parot": no puede ser igual matar a una persona que a veinticinco. ¿En qué código penal aparece semejante afirmación?

Vamos más allá. Dejemos a un lado los detalles del asunto y pongámonos a reflexionar sobre algunas cuestiones que se suelen dar, indebidamente, por resueltas. ¿Cuál es el objetivo final del castigo penal? ¿Para que sirve realmente la cárcel? ¿Son personas los presos o se trata de meras alimañas?

Desde siempre he considerado la cárcel como una institución obsoleta, digna de tiempos oscuros e ineficaz para resolver los problemas que dice solucionar. El principio de reinserción del penado brilla por su ausencia en la mayoría de los análisis. De lo único que se trata es de aplicar algunos buenos principios cristianos como "el que la hace la paga", o el hebreo "ojo por ojo, diente por diente". Más allá no se aprecia nada estimulante en las reflexiones de medios y asociaciones de víctimas al respecto.

Las sociedades occidentales siempre han mostrado su autocomplacencia con el sistema penal del que se han dotado, al que consideran pluscuamperfecto. Sin embargo, entrados ya en el siglo XXI, tal vez ha llegado el momento de reflexionar a fondo sobre la pervivencia de una institución caduca y costosa como la cárcel.   

Por otra parte, la adopción del papel de víctima debería ir acompañado de un mínimo sentimiento de piedad en quien lo ejerce. Es decepcionante que en un Estado de tradición católica romana, y por ende cristiana, ningún portavoz de las víctimas esgrima algo parecido al perdón, o siquiera al olvido. Se escucha en los medios a gentes que incluso alardean de renunciar al perdón y al olvido en el caso de ETA, pese a que confiesan ser de misa semanal, sino diaria. Compiten en exigir castigo, el mayor de los castigos, incluso por encima de la ley. Hablan de agotar los plazos de excarcelación o de volver a encarcelar a un preso gravemente enfermo. ¿A dónde conduce todo este arsenal de impiedad, de venganza, de odio? Sería de agradecer una frase del nuevo papa Francisco que acotará semejantes pronunciamientos y aliviará el clima que se ha desatado de nuevo en ciertos ambientes.

Finalizo con una reflexión para el otro lado de la barricada, la de los familiares y amigos de los presos que han sufrido la aplicación de la "Doctrina Parot". Es natural y comprensible que tras el artificial alargamiento de las condenas sientan una profunda satisfacción por lo dictado el lunes en Estrasburgo. Sin embargo, creo que convendría aplicar la mesura a la hora de expresar ese sentimiento, al menos en público. Los presos que salgan habrán pasado media vida entre rejas, volver a tenerlos al lado de uno tiene que ser entrañable. El reencuentro y el cariño forman también parte de los derechos humanos fundamentales.

Pero si queremos ir construyendo una sociedad en paz, en la que todos podamos estar a gusto, es importante lanzar mensajes de serenidad, cuando las cosas van bien y cuando van menos bien. Las palabras de Hasier Arraiz, recordando la reflexión de Sortu sobre anteriores posturas adoptadas por la izquierda abertzale, involuntariamente dolorosas para las víctimas, así como la necesidad de mostrar la alegría sin herir la sensibilidad de nadie, pueden contribuir de forma positiva a ese empeño, mayoritario en nuestro país, de ir cerrando heridas.

Estekak:

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