2013/12/12

Ellos se van, ¿y nosotros?

La cuatro fuerzas que sustentan la mayoría en el parlamento del Principat han acordado la fecha y la pregunta para la consulta que pretenden celebrar el año venidero. Será el 9 de noviembre de 2014 y las papeletas llevarán impresa esta doble cuestión: ¿Quiere que Catalunya se convierta en un Estado? Y en caso afirmativo: ¿Quiere que este Estado sea independiente?

A día de hoy es difícil predecir si la consulta se celebrará, si en su caso será vinculante, si el Estado español aceptará el resultado e incluso si este será positivo o negativo. Pero dejando a un lado el desarrollo de los futuros acontecimientos, es evidente que la mayoría de la ciudadanía de Catalunya ha decidido soltar amarras con Madrid. Y en estos asuntos, a veces es más determinante lo que sale del corazón que lo que te pide hacer la cabeza.


En estos últimos años he mantenido una posición de incredulidad sobre el verdadero músculo del movimiento soberanista de Catalunya, especialmente sobre la postura final de CiU y de sus dos principales cabezas, Artur Mas y Duran i Lleida. Sigo manteniendo mis reservas al respecto, pero es obligado constatar, a 12 de diciembre de 2013, que buena parte del pueblo catalán ha hecho suya la ola soberanista, por encima de la dinámica de los propios partidos, y que esa ola es, hoy por hoy, muy difícil de contener.

Tal vez, dentro de unos meses el Reino de España logre reconducir la situación ofreciendo algo sustancial al Principat, algo que contente, aún de forma parcial, las ansias de libertad desatadas. Pero dudo mucho que los responsables del Gobierno de España, del PP y del PSOE, sean capaces de negociar de igual a igual con Catalunya. La única receta que hasta ahora se les ha ocurrido es la aplicación de la mano dura, la ley española y punto, como remarcó hoy mismo Mariano Rajoy. Podrán de esa forma ralentizar el proceso, pero habrán puesto las bases para que el actual distanciamiento entre la mayoría del pueblo de Catalunya y el Reino de España se transforme en irrevocable.

Pese a las contradiciones internas, a la confección de una pregunta doble, al viraje de última hora del PSC y al cálculo electoral de algunos de los agentes implicados, lo cierto es que las cuatro fuerzas soberanistas e independentistas catalanas han estado a la altura y han dado un paso al frente, tal vez decisivo.

Dicho esto, cabe realizar alguna reflexión sobre la situación vasca. No es conveniente caer en fáciles comparaciones, pero es evidente que la temperatura política catalana y la nuestra están alejadas. Las razones pueden ser variadas, pero el resultado, que es lo que importa, está a la vista. Apocados por el bloqueo del proceso de resolución del conflicto los unos; ensimismados en la gobernación los otros; presos de las divergencias históricas todos, la bola no va hacia adelante.

Existe una falta evidente de transversalidad en la extensión de la reclamación del derecho a decidir (habría que empezar a hablar de derecho de autodeterminación), que no puede caer solamente bajo la responsabilidad de las espaldas independentistas. Como se diría en un símil futbolístico, el juego del equipo debe ensanchar el campo para propiciar situaciones de gol y, a fin de cuentas, marcar algún tanto. En esta coyuntura se da demasiado centrocampismo y poco juego por la bandas. Así es muy difícil desbordar al adversario y acercarse al área contraria. En definitiva, los catalanes se van ¿y nosotros?

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