2014/04/04

Izquierda hueca

Asoma tímidamente en mi buzón electrónico un correo procedente de Ontario, cuyo remitente no puede ser otro que el amigo McGray, el único profesor universitario al que presto algo de atención en los últimos tiempos. Se hace de rogar, pero cuando se anima a enviar unas letras, se saca provecho de su lectura.

Me indica en su amable misiva que ya envió a imprenta su trabajo sobre la "Viabilidad de la independencia de Escocia del Reino Unido", que tanto esfuerzo le ha debido de suponer. Ahora bien, se ahorra hacer comentario alguno sobre el resultado de la próxima consulta, señal de que no lo debe ver muy claro. No es el único. 


Tras darme puntual información de su estado de salud y de la marcha de la universidad en la que desempeña su labor, el profesor introduce el tema que le trae atareado las últimas semanas. La izquierda, el progresismo político, se encuentra sumido en una crisis desde hace tanto tiempo que ya ni siquiera es noticia, afirma, pero algo habrá que hacer, añade optimista. No puede ser, enfatiza, que los mal llamados liberales, apóstoles de un capitalismo sin entrañas, sigan dominando el panorama de esta forma.


La verdad es que hablar de izquierda a estas alturas resulta casi patético, cuando tenemos lugares como Italia en los que el otrora poderoso PCI se ha transmutado en una amalgama de bienpensantes, más cercanos al Vaticano que a la plaza Roja moscovita de la traicionada revolución de Octubre. Pero el fenómeno, como subraya McGray, afecta a todo el orbe occidental, sin excepción. Un fenómeno que el profesor resume en una frase: "Flexibles en lo sustancial, inflexibles en lo anecdótico".

Me traslada algunos ejemplos. No soporta que los partidos socialistas, y hasta comunistas, se amolden a una socialdemocracia descafeinada en la que renuncian hasta al mantenimiento de un mínimo sector público, mientras mantienen los gestos huecos de entonar la Internacional al final de sus congresos, algunos incluso elevando el puño derecho con supuestos afanes de luchar contra la clase dominante.

El pragmatismo de la supuesta izquierda provoca carcajadas hilarantes en la derecha moderna, que mantiene sus principios ideológicos sin fisuras y se permite gobernar en casi todas las capitales importantes del globo. McGray se pregunta cuándo llegará la hora de hacer una autocrítica seria y razonada, en la que se aborden estas cuestiones. Añade, casi con ironía, que no encuentra a los sindicatos por ningún lado y que la riqueza de movimientos sociales alternativos existente en los años ochenta se ha venido literalmente abajo. Quedan meritorios restos, matiza, pero conviven muchas siglas para tan pocos militantes. 

Sterling McGray me escribe que "nos hemos puesto tantas trabas a nosotros mismos, estamos tan llenos de complejos, que somos incapaces de encender una mísera hoguera. De incendios revolucionarios no vale la pena ni hablar".  

La conclusión de la misiva de McGray es contundente: "Nos hallamos ante una izquierda hueca, incapaz de remover los cimientos de la sociedad a la que pretende transformar. Una izquierda que se queda en lo simbólico, que sigue enarbolando banderas rojas en las manifestaciones, pero que no dedica el tiempo necesario a construir una estrategia eficaz para plantear una alternativa viable al capitalismo realmente existente". 

Me limito a trasladar las palabras del profesor, que suscribo al cien por cien, y finalizo esta entrega con un pequeño apunte de mi cosecha. Cuando McGray habla de la izquierda se refiere a toda ella en general, a la occidental para ser más precisos, pero me atrevería a señalar que la de nuestro pequeño país sufre similares males. 

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