2015/11/24

No más Gernikas

No más bombardeos, no más Gernikas, no más Dresdes, no más Mosules, no más infamia. No podemos alimentar la espiral bélica haciendo pomposas declaraciones como las realizadas por el presidente francés Hollande, un supuesto socialista que desprecia la tradición pacifista de su ideología original. Si ellos, los nihilistas de la yihad, quieren declararnos la guerra, que lo hagan. Son grupos al margen de la democracia que intentan instaurar un poder autoritario y retrógrado en Siria, Irak y aledaños como Yemen, Egipto o el Sinaí. La Europa de Kant, el filósofo de la paz perpetua, no puede responder al bárbaro ataque del 13N con el incremento de las acciones militares en Oriente Medio.


Es un error tan grave como la financiación de los muhaidines en Afganistán para combatir a la Unión Soviética; como la guerra de Irak para derrocar a Sadam Husein, como la "primavera árabe" siria para derrocar a Bashar al-Asad. Occidente siempre perpetra la misma política belicista, arrogante y colonialista. Y lleva camino de volver a hacerlo, liderada por un François Hollande hiperpatriota, envuelto en la tricolor y entonando como un poseso La Marsellesa.

El presidente francés y todo su gabinete se ha convertido en un propagandista de la guerra que deja tibios a Sarkozy y Marine Le Pen. Pero eso no es lo peor, sino que ha desatado una fiebre represiva que dejará tocada la propia Constitución republicana. Se incrementan las medidas que suspenden garantías democráticas, se amplia el presupuesto de Policía y Servicios de Seguridad, se descongela el presupuesto militar y se lanza un claro mensaje de dureza a la población: Si los yihadistas son implacables, nosotros también podemos serlo. Esa no es la solución. Un estado democrático detiene a los delincuentes, los juzga y, en su caso, los condena. Un estado democrático no despliega el ejército por las calles como si tal cosa. Porque ese despliegue y esa situación de emergencia que elimina garantías constitucionales no deja de ser un primer gran triunfo de quienes han protagonizado el ataque nihilista de París.

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No seré yo quien niegue la existencia de una amenaza declarada contra Europa y su sistema político por parte del autodenominado Estado Islámico (EI). Amparados en una interpretación obscena de la religión de Mahoma y haciendo valer las partes menos presentables de un texto escrito hace unos cuantos siglos, en un contexto histórico muy diferente, los instigadores de esa estrategia pretenden acabar con las escasas esperanzas de una evolución hacia el laicismo en las sociedades en las que se mueven. Por tanto, el mayor enemigo del EI no es otro que el desarrollo de un islamismo moderado, abierto y alejado del fanatismo. Una alternativa aún débil, pero que tiene que plasmarse en el futuro sin injerencias externas.

La existencia de esa amenaza real, empero, no debe significar el desarme ético y moral de una Europa arrastrada a una política de guerra en Siria e Irak, en base a la supuesta venganza contra las bases políticas, económicas y militares de la organización yihadista EI. Desde Euskal Herria, un pueblo marcado en su historia por infaustos bombardeos como el que arrasó la villa de Gernika, debemos lanzar al mundo un rotundo mensaje contra la guerra y las pretensiones belicistas de ciertos líderes europeos que pretenden restaurar el infame espíritu de las Azores. No más bombardeos, no más Gernikas.

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