2016/01/11

Hay partido, hay Procés

La rapidez de los acontecimientos que se suceden en Catalunya impide analizarlos con la debida mesura. Por eso se ha desbarrado estos días sobre el papel jugado por la CUP durante las negociaciones para la investidura de un nuevo presidente de la Generalitat catalana. Se ha desbarrado allí, pero también por aquí. Desbarres que provienen de círculos que mantienen, quizá de forma inconsciente, la preeminencia de lo nacional sobre lo social, lo que conduce a argumentarios del estilo primero la independencia luego el tema social. Y ese es el gran error, porque un proceso soberanista que no tenga en cuenta el necesario cambio social, tenderá directamente hacia el fracaso. 


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Además, que continúe el llamado Procés y que el señor Mas no sea el candidato a la presidencia era compatible, como se ha demostrado este domingo en el Parlament de Barcelona. Nadie es imprescindible, ni siquiera una figura como la de Artur Mas. En estos meses el trabajo de la CUP ha sido complicado, incluidos sus desaciertos en la negociación y en la dinámica para tomar decisiones, pero va a ser a partir de ahora la mejor garantía para que el Procés no se colapse por culpa de las ambiguas posiciones de buena parte de Convergència, un partido que deberá refundarse a fondo si quiere seguir ocupando un lugar central en la vida política de Catalunya. 

Y es que a partir de ahora es cuando empieza lo difícil, esos 18 meses de trabajo que deberían desembocar en unas elecciones constituyentes para construir la república catalana. Desde Madriz se anuncian ya todo tipo de medidas para impedir que el Procés eche a andar, para evitar que se alumbre una nueva realidad política, probablemente fuera de lo que ha sido hasta ahora el Estado español. Ante esa amenaza, veremos si se produce el necesario entendimiento en lo sustancial entre Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y los rebeldes con causa que encabeza Anna Gabriel. Si el acuerdo de estabilidad para el Govern no se traduce en avances hacia la desconexión habrá problemas.

En todo caso, el proceso deberá ir dando pasos, aunque sean pequeños, pero firmes, sin caer en las provocaciones que le irán llegando a diario, en un intento de hacerles caer en errores. Errores que se pueden pagar muy caros. Y habrá que estar muy atentos con los medios de comunicación unionistas, que de seguro ya están preparando dosieres para intentar dinamitarlo todo. 

Desde Euskal Herria tan solo nos queda analizar lo que está ocurriendo, no para imitarlo sino para extraer concecuencias. En nuestro país la situación es diferente, pese a ciertas semejanzas. Seguimos atrapados por el pasado y no acertamos a descifrar el futuro. Las movilizaciones del sábado por los derechos humanos de los prisioneros políticos vascos son la mejor muestra de dónde nos encontramos. Mientras nosotros intentamos mover algunas piedras, en Catalunya empiezan a colocar los ladrillos que darán forma a la casa de la soberanía. Si ellos, como se dice, están en la etapa de la pre-independencia, nosotros nos encontramos aún en una fase algo anterior, una fase a la que me siento incapaz de ponerle un nombre. Por ahora. 


  

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