2016/02/08

Los tiempos están cambiando

La vida es una evolución permanente. La realidad se va modificando a nuestro alrededor, donde había una frutería hay ahora una óptica, en el lugar de la tienda de electrodomésticos se encuentra ahora una panadería artesana. El problema viene cuando pasamos por delante y no nos damos cuenta de los cambios. Caminamos por la acera sin percatarnos de que aquel señor de la boina, tan entrañable, se ha transformado en un africano con rastas que tararea a Eminem.

Los cambios sociológicos suelen acabar repercutiendo en el escenario político. De hecho lo están haciendo y para muestra ahí están los resultados de los últimos comicios del pasado 20 de diciembre. Se ha producido un auténtico terremoto electoral. Algunos podían intuirlo, otros hemos empezado a descifrarlos ahora y lo peor es que hay formaciones políticas que siguen funcionando como si nada hubiera pasado. 


Los tiempos están cambiando y percepciones que creíamos inalterables a través del tiempo, han dejado de serlo. Las cuentas han dejado de salir y el mapa político vasco del sur cuenta de hecho con cinco agentes notorios, en vez de los tradicionales cuatro. Podemos se ha colado en la fiesta y lo ha hecho para quedarse. Quien no quiera darse cuenta, allá él.

Hasta ahora daba la impresión de que la frontera entre partidos de ámbito estatal y de ámbito vasco era poco transitada. Que los flujos de votos se movían de un lado a otro dentro del imaginario abertzale o del español, sin grandes interferencias. La irrupción de Podemos ha acabado con esta premisa. Muchos miles de votantes que otorgaban su voto a la izquierda soberanista han dado en esta ocasión su apoyo a las listas de Podemos. Es posible que en otras circunstancias vuelvan a dar su voto a las candidaturas de la izquierda abertzale, o puede que no.

Además, entre las decenas de miles de votantes de Podemos-Ahal Dugu hay personas que anteriormente se han  posicionado en lados opuestos respecto del conflicto vasco. Unos han estado con la mayoría institucional-constitucional y otros con la minoría insurgente. Sin embargo ahora mismo comparten un mismo proyecto, que en su propia construcción supera la anterior dialéctica. Los hechos son incontestables.

Nos encontramos ante una formación política de ámbito estatal que defiende el derecho a decidir de pueblos como el vasco o el catalán, que no responde a los tradicionales esquemas centralistas y jacobinos de partidos como el PSOE, el PCE e incluso otras formaciones de la izquierda radical estatal. Y una formación política que pone en cuestión de forma nítida la hegemonía política y cultural del PNV, afirmando que existen zonas de niebla en las que se confunde la administración pública con las estructuras del centenario partido de Sabino Arana. Un lenguaje fresco que ensombrece el ambiguo perfil de la izquierda abertzale en este terreno, empeñada ésta en tejer acuerdos en clave nacional con el partido central del sistema político de la CAPV.

Todo lo que está ocurriendo tiene un amplio calado de cara al próximo futuro. Sería un ejercicio de irresponsabilidad mirar hacia otro lado, minimizar su importancia o pasar página afirmando que se trata de un fenómeno pasajero. Después de casi sesenta años de trayectoria, la izquierda abertzale se encuentra ante una verdadera encrucijada. Dependiendo de como la afronte y la resuelva puede suponer el inicio de un nuevo ciclo de acumulación de apoyos y complicidades o, por el contrario, el comienzo de su decadencia como fuerza política determinante en el escenario vasco.  

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