2016/08/21

Pisadas soberanas

Nos encontramos en un parque urbano de cualquier ciudad del país. Queremos ir desde la orilla del estanque de los patos hasta el kiosco de la música. Para ello atravesamos el césped por un caminito de deseo tejido por las pisadas de miles de personas que anteriormente han decidido, de forma inconsciente, que ese es el recorrido adecuado. Alguna mente alienada que observa la escena está pensando en el porqué de ese comportamiento extravagante. No entiende que la gente abandone los caminos pavimentados por el Ayuntamiento y se dedique a estropear el césped trazando sobre él una senda que desafía el diseño original del parque.

Los pobres de espíritu se quedan con esa conclusión y se sienten tentados de acudir ante alguna autoridad gubernativa para denunciar un comportamiento que estiman fuera de lugar. No se detienen un minuto a pensar que tal vez quien está equivocado es el diseñador de los caminos del parque, que no ha acertado a vislumbrar cuál es el recorrido más indicado para unir el estanque con el kiosco. Porque, aunque suene a frase hecha, se hace camino al andar. Efectivamente, son las pisadas realizadas a su libre albedrío por los transeúntes las que han hecho surgir aquí y allá miles de senderos de deseo que demuestran la creatividad innata del ser humano.