2017/03/29

Historia del futuro

Existe una odiosa costumbre entre periodistas, tertulianos, analistas y blogueros consistente en remarcar cualquier acontecimiento más o menos llamativo con el calificativo de histórico. El gol de Zarra, la revuelta de mayo del 68, la revolución de los claveles en Portugal o el quinto triunfo de Indurain en el Tour de 1995, fueron en su día hechos históricos, pero a día de hoy unos permanecen en los libros de historia y otros forman parte de las anécdotas o las narraciones del abuelo de turno, que estuvo allí, presenciándolos en primera línea. Por lo tanto conviene ser precavido en la utilización del término, del que también abusan los políticos, seguramente por padecer el cercano asesoramiento de periodistas, tertulianos, analistas y blogueros. 

Hace escasas fechas un artesano de la paz, como se autotitula el colectivo mediador en el desarme, en concreto el sindicalista y ecologista Txetx Etcheberry, anunció en declaraciones al diario parisino "Le Monde" que el próximo 8 de abril la organización clandestina ETA pasará a ser una organización desarmada. Pese a ser esperada, la noticia se extendió como la pólvora por los medios, que comenzaron a situarla como un hecho histórico, tras una larga trayectoria de casi 60 años de actividad, aunque no todos ellos practicando la lucha armada.

Tal vez en esta ocasión resulte acertada la utilización del término histórico, ya que el desarme de ETA, tras haber ocasionado tantos muertos, supone un cambio de paradigma muy reseñable. Es cierto que desde el 20 de octubre de 2011 había cesado en su actividad violenta, pero en todo caso la noticia, que dibuja ese futuro escenario del 9 de abril, reconfortará a muchas personas, en especial a víctimas, familiares y amigos. Otra cosa es que lo manifiesten públicamente, al entender que sería reconocer la bondad de la penúltima decisión de ETA como tal grupo. La última sería su propia autodisolución.


En cualquier caso, y al margen del modo en que se produzca ese desarme, que esperemos sea completo y definitivo, el día después se abrirá un debate no oficial en torno al relato de la historia de la autodenominada organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional, fundada en 1958. Se intentarán acotar sus etapas, sus ramas, sus dirigentes, calificando a unos, los primeros, de antifranquistas y a otros, los últimos, de desalmados terroristas. Saldrán a colación la muerte de Txabi Etxebarrieta y del guardia civil José Pardines, el proceso de Burgos, el atentado contra el almirante Carrero Blanco, el de Hipercor, la muerte de Argala, las conversaciones de Argel, la caída de Bidart o el atentado contra la terminal T4 del aeropuerto de Barajas.

Pero aún será demasiado pronto para evaluar la trayectoria de la organización clandestina. Deberán pasar unos cuantos años para que se pueda realizar una proyección acertada de la misma, una labor que no está reservada a periodistas, tertulianos, analistas o blogueros, sino que será tarea para los historiadores. Lo harán desde puntos de vista más cercanos a una visión construida desde los Estado español o francés, desde Euskal Herria o desde ámbitos internacionales menos condicionados por el conflicto, y sin duda variarán las distintas valoraciones. Los historiadores podrán decir que fueron una banda de asesinos, gente enloquecida y fanática, o voluntarios en defensa de su patria, que fueron terroristas o que fueron activistas, que fueron mafiosos o héroes, según el punto de vista de cada cual. Lo que no podrán evitar es que la organización clandestina vaya a formar parte, en el próximo futuro, de la historia de este país. 

Cuestión distinta será la historia que quede grabada en la memoria colectiva de Euskal Herria en el futuro, al margen de lo que dicte la cátedra académica. Ese relato del que se escribe ahora a diario, especialmente en los medios que sostienen al sistema. Un relato que dependerá en buena medida de la correlación de fuerzas existente en cada coyuntura entre quienes pretenden construir un mundo más justo y quienes insisten en mantener el injusto estatus quo actual. 

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